3º CAPITULO: LA HIPOCRESIA
Ésta, define al sujeto cuya conducta se apoya en el torcido propósito de disimular su modo de ser, revistiéndose de apariencias respecto a la calidad de sus actitudes, sentimientos, intenciones. El hipócrita nunca dice lo que piensa o siente, siempre esconde algo.
No es veraz ni sincero, maneja la mentira con habilidad mientras oculta el pensamiento que lo anima. Engaña a los demás en su buena fe, procurando sorprenderlos, ignorando el potencial de personas que lo rodean que de alguna forma pueden alertarse ante esa actitud de conducta simuladora.
A veces logra mucho beneficio propio, nunca edificará nada permanente, tanto en amistades como en hechos importantes de la vida, hay seres tan atrapados en esta deficiencia que no conciben que se pueda ser o actuar de otra manera. Lejos se hayan de poder enmendar su conducta utilizando su deficiencia a fin de evitar ser engañados.
Esta deficiencia desde temprana edad y por propia inclinación, se ve como rasgo negativo de la conformación psicológica del ser y se desarrolla en los ambientes poco depurados, donde falta siempre el buen ejemplo.
La carencia de conceptos claros sobre la conducta y corrección que impone la convivencia, es una puerta abierta a la adopción de recursos como éste, los cuales son utilizados sin escrúpulos y en desmedro del recto proceder, ahí se encuentra la presencia de este fallo, el cual se adueña del sujeto hasta dominarlo totalmente, seducido por los resultados que obtiene. Siempre hay algún desprevenido que cede frente a la sugestión de su palabra, ejercita el fingimiento de todo aquello que lo hace aparecer digno de estima frente a los demás.
Desafortunadamente no todos los que tienen esta deficiencia la evidencian, de hecho para cambiar este patrón de conducta deberíamos autoinducirnos a la antideficiencia, que en este caso sería La Veracidad.
Esta deberá ser empleada con la comprensión cabal de su utilidad y el objetivo será el bien de los demás, quien la ponga en práctica se convencerá que la hipocresía debe ser definitivamente abandonada. Por cuanto desmerece en grado sumo al que la pone en evidencia, siendo impropia de toda persona que anhela ser mejor y constituirse en un factor de bien para sus semejantes.
La Veracidad impone tanto respeto por la palabra que emite que nunca podrá traicionar el pensar o sentir de quien la pronuncia.
Recuérdese, una deficiencia se debilita cuando menos oportunidad le damos de que se manifieste.
Con respeto, como siempre
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